Tras años de búsqueda del sitio ideal para su visión escultórica, Eduardo Chillida, uno de los escultores españoles más prestigiosos, descubrió la montaña Tindaya en la isla de Fuerteventura. Se dice que Chillida exclamó: “mi escultura desea esta montaña, es hora de saber si la montaña desea mi escultura” y esto fue lo que Arup se encargó de determinar.
Arup fue designada para dirigir el diseño técnico del “espacio tallado” en forma de cubo previsto por Chillida dentro del interior de la montaña, cuyas dimensiones son de 45m x 50m x 65m, una de las grutas subterráneas más grandes jamás construidas y la única de su tipo con un techo de roca plano.
Estudios de viabilidad
La investigación del proyecto se abordó con un máximo respeto para la montaña y su entorno. Por esta razón el proyecto se dividió en tres fases.
La primera, consistió en un estudio de viabilidad no intrusivo basado en la investigación de literatura técnica disponible, datos de teledetección por satélite y ensayos de laboratorio sobre muestras de roca de zonas próximas a la montaña.
A la vista de las conclusiones favorables, se procedió con una segunda fase de investigación intrusiva centrada en cuatro plataformas de investigación desde las cuales se obtuvieron más de 1700m de testigo procedentes de 14 perforaciones de pequeño diámetro. Se llevó a cabo una supervisión de estas perforaciones con corona de diamante, así como ensayos in situ de permeabilidad, resistencia y rigidez mediante técnicas mecánicas y geofísicas y un programa completo de ensayos de laboratorio. Los datos obtenidos sirvieron de apoyo a la siguiente fase del diseño.
Desafíos en el diseño
La montaña Tindaya es impresionante no sólo por su forma sino por la historia geológica de la roca y el diaclasado correspondiente, lo cual supone un reto especial para la ingeniería. La visión de Chillida de que la escultura debía parecer “tallada” a partir de la roca, descartaba el diseño y construcción convencional de una bóveda arqueada y techo suspendido.
El requerimiento artístico de dejar expuesta la superficie de la roca también imposibilitaba la aplicación de otras tecnologías de diseño tradicional como un revestimiento de hormigón para el interior de la gruta.
Requerimientos medioambientales y de preservación de la montaña también condicionaron los métodos de diseño y construcción aplicables.
El entorno seco y semidesértico es frágil y presenta un delicado equilibrio de flora y fauna. Tindaya entraña a su vez una significación arqueológica, con la presencia de antiguos grabados petroglíficos en su superficie, vinculados a imágenes similares encontradas en montañas sagradas del norte de África.


Por la geometría de la caverna y el estado de la roca, esta escultura supone un reto especial para la ingeniería.
Para proteger el frágil entorno de la montaña, se realizó un uso extensivo de helicópteros para el transporte de personas y materiales desde y hasta las zonas de perforación. Asimismo, los estudios geológicos fueron planificados de manera que tuvieran lugar durante la época de anidamiento de las águilas residentes en la montaña, a fin de garantizar una perturbación mínima sobre estas especies protegidas. Todas las plataformas temporales de investigación se montaron junto a balsas protectoras que recogían las aguas de perforación y otros residuos para dejar intacta la montaña, una vez finalizada esta etapa.
La fase final, correspondiente al diseño del proyecto de ejecución de la caverna, contó con un minucioso estudio de las afecciones al medio ambiente así como medidas para mitigar estos efectos. El diseño contó con modelos informáticos avanzados para reproducir el carácter singular de las discontinuidades de la roca de tal manera que se optimizaran las unidades de refuerzo para ayudar a la roca a sostenerse a sí misma.